El estudiante debe tener un papel activo. Debe ser consciente de su poder para conocer el mundo y como sujeto que puede y que debe aprender autónomamente.
Aprendizaje autorregulado, autodirigido y heutagogía son conceptos que hacen hincapié en la actividad del propio estudiante para su aprendizaje y habilitan que pueda acceder al conocimiento que se le abre de forma abrumadora.
En el S. XVI, Michel de Montaigne decía que prefería “una cabeza bien formada” a “una cabeza bien llena”, es decir, no fiarlo todo a la transmisión y a la memorización. Si hace 5 siglos ya era relevante, en el contexto intenso de información y de conocimiento que nos ha tocado vivir, es incluso un peligro no fomentar entre estudiantes aquello necesario para tener una cabeza bien formada. Las competencias informacionales y digitales y de pensamiento crítico son indispensables para vehicular la necesidad de hacerse preguntas, de dar respuestas a preguntas, por complejas que sean, acceder al conocimiento y saber qué hacer con él. Sin este primer acceso al conocimiento, sólo hay oscuridad.
Vuelvo a retomar la idea de la necesidad de transformar ciertas prácticas educativas que se basan en la transmisión por la transmisión , porque éstas sólo provocan desmotivación y comportamientos de rechazo al conocimiento y a las ganas de aprender entre estudiantes. ¿Qué alternativa o complemento puede haber en este enfoque de fiarlo todo a la transmisión y a la memorización? Pues la de la actividad del estudiante, individualmente y/o en colaboración. No quiere decir que no se trabaje ni se estudien conceptos ni se trabajen procedimientos, sino que no se hace de forma únicamente transmisiva; es una relación más aplicada y conectada que implica el uso de esquemas previos. No es una relación exclusiva ni vertical, sino más abierta y horizontal. Aquí el docente sigue teniendo un papel fundamental en el que, aparte de diseñar la actividad, hace de guía de los estudiantes para que vayan por el camino adecuado, aprovechen los recursos, y se organicen de la mejor manera posible. Además, hay que verificar la comprensión de los contenidos, optimizar los procedimientos, dar buenos ejemplos, permitir prácticas y resolver preguntas y dudas. Por todo ello, hay que poner todos los andamiajes necesarios para que vayan más allá.
El estudiante debe tener un papel activo y ser consciente de su poder para conocer el mundo y como sujeto que puede y que debe aprender autónomamente. Así fortalece su sentimiento de agencia, término proveniente de la psicología para definir el sentimiento de control y de voluntad de las personas.
En el mundo educativo hay varios conceptos que abordan el sentimiento de agencia y la dimensión volitiva para el aprendizaje. Asociado a la Andragogía (1), Malcolm Knowles hablaba del aprendizaje auto-dirigido, que sería el proceso por el que la persona adulta toma la iniciativa para aprender a partir de saber sus necesidades, estableciendo objetivos de aprendizaje y poniendo en marcha estrategias para alcanzarlos con o sin ayuda de una figura docente.
Con el cambio de siglo y precisamente para dar respuesta a las necesidades de aprendizaje en un entorno socio-cultural basado en la Sociedad de la Información y del Conocimiento, Stewart Hase y Chris Kenyon acuñaron el término Heutagogia, palabra formada a partir del verbo “heuriskein” (del griego “encontrar”, “descubrir”) y “agogós” (del griego “Guía”). Esta se basa en el aprendizaje auto-determinado (2), un proceso activo y proactivo para parte del propio aprendiz. Es el sujeto que se forma a sí mismo.
Desde la psicología educativa, encontramos un concepto relacionado: el aprendizaje auto-regulado. Tiene que ver con el control metacognitivo (pensar sobre el pensamiento) y la motivación del estudiante para lograr objetivos de aprendizaje y poder afrontar con éxito una tarea. Implica entender qué hacer en una tarea concreta (por ejemplo, un proyecto), cuáles son las posibilidades, los límites y los recursos para hacerlo. También establecer objetivos de aprendizaje y una aproximación estratégica para ejecutarla y supervisarla.
Aprendizaje auto-regulado, auto-dirigido y heutagogía son conceptos que hacen hincapié en la actividad del propio estudiante para su aprendizaje y habilitan que pueda acceder al conocimiento que se le abre de forma abrumadora. Por ello es preciso desarrollar competencias informacionales y digitales y de aprender a aprender. Se trata de una postura que, aunque a menudo es despreciada por aquellos adláteres de la transmisión por la transmisión, no va en contra del conocimiento ni del aprendizaje de conceptos y/o procedimientos, y aún menos del aprendizaje competencial.
Hay una serie de riesgos y de variables a tener en cuenta y que derivan principalmente de la certeza de que los nativos digitales no existen como tales. Los estudiantes no disponen de habilidades ni de competencias innatas informacionales y digitales (como afirman Kirschner & van Merrienboer en este artículo de 2013). Por lo tanto, ante una actividad de aprendizaje, es mejor no dar a estudiante una apertura total donde se encuentre solo ante un mar de información. Es importante fomentar un control compartido con la figura docente para encaminarse progresivamente a más autonomía a medida en que se ganan estas habilidades y competencias. Cuanta más competencia informacional, estos recursos pueden ser sólo el principio y que el propio estudiante tenga que buscar más y que colabore en la curación de contenidos relevantes para una temática concreta.
Estamos obligados a ayudar a desarrollar estas competencias para evitar que ocurran equívocos y se sepa buscar, seleccionar, evaluar, curar, transformar y procesar correctamente la información. Hay que hacerlo a lo largo de la educación obligatoria, pero también en la post-obligatoria y en la educación superior.
Volviendo a la frase de Montaigne, pienso que si no se promueve el aprendizaje de estas competencias y actitudes de agencia, que fomenten las ganas de aprender, una parte significativa de la educación formal puede dejar de tener sentido, si es que no la ha perdido ya. Es la nueva alfabetización la que hace que el aprendiz sea realmente un aprendiz, un sujeto emancipado y que pueda participar en sociedad de forma crítica y plena.
(1) Knowles en los 70 hablaba del término “Andragogía”, entendido como la educación de personas adultas (-”Andros”, del griego “hombre”, contrapuesto a “paidos” o “niño” de la palabra “pedagogía”-), diferenciando los rasgos del aprendizaje adulto frente la educación de niños/as y jóvenes, encarnado tradicionalmente por la palabra “Pedagogía”.
(2) Para diferenciar mejor el aprendizaje auto-dirigido y el aprendizaje auto-determinado recomiendo consultar este post de Hase (2015), aunque la diferencia es muy fina.