¿Vivimos en un tiempo de no-educación?

La educación olvidó sus finalidades en la Modernidad. La Posmodernidad está revirtiendo este error.
Si bien el proyecto educativo ilustrado fracasó, hoy hay todos los ingredientes para que pueda triunfar.

Vivimos en un tiempo de no-educación? Esa pregunta surgió de una ponencia que hizo el Dr. Salvi Turró el año 2014. Con el título “Educación e Ilustración” hablaba sobre cómo el proyecto educativo ilustrado fracasó. Uno de los argumentos sugeridos, siguiendo ideas de Kant y de los sucesores Schiller y Fichte, es que con la Ilustración se redujo el proyecto educativo al elemento “erudición / cultura” y se olvidaron las finalidades de la educación.

Según Kant, hay tres momentos en la educación de niños y jóvenes. Un primer momento negativo pero necesario: la disciplina. Un segundo momento positivo de aprendizaje de competencias, habilidades y saberes (se produce gracias al desarrollo cognitivo). Esto da paso al tercer momento de formación estricta -la Bildung– donde hay autonomía personal, sentido del deber y reconocimiento de seres racionales como uno mismo. Este tercer nivel da lugar a la educación. Si nos quedamos en los dos primeros sólo estaríamos hablando de “adiestramiento”: la no-educación. Pero educar implica establecer finalidades que lo atan todo y dan forma.

La tesis de la charla era pues que en la educación de niños y jóvenes se obviaron los ideales morales para fijarse sólo en educar en el progreso en ciencias sociales y en la técnica (la razón instrumental). La Ilustración olvidó en el terreno educativo las finalidades de la Humanidad que precisamente la hicieron emerger. Esta misma problemática ya la identificó años antes y de forma radical el mismo Rousseau como uno de los males del ser humano: (…) una educación insensata orna nuestro ingenio y corrompe nuestro juicio. (…) establecimientos inmensos donde se educa costosamente a la juventud para enseñarle todas las cosas, excepto sus deberes.

educación ilustraciónEscuela de Aplicación “J. J. Rousseau” en Colmar, Francia.

Al final de la charla, el ponente planteó una cuestión para la reflexión: “Si la educación [hoy] se basa en la Sociedad de la Información, Kant, Schiller y Fichte dirían que el sistema educativo que tenemos es un sistema para la no-educación “. ¿Es realmente que estamos en una época de no-educación?

La Modernidad, surgida de la Ilustración, aportaba finalidades y moral, pero desembocó en “barbarie” (capitalismo, positivismo, socialismo y comunismo, futurismo, fascismo y exceso de estética). La Posmodernidad, a finales del siglo XXI, comportaba la crisis de los principios y de las finalidades, su atomización y licuación. Pero, quién lo iba a decir, está pasando algo sorprendente: El S.XXI está abriendo la puerta al conocimiento, lo más natural y deseable para la Humanidad que perseguían los ilustrados. Se incrementa el volumen de información (datos) y de conocimiento de forma rápida y en ocasiones exponencial. Y es justamente eso lo que está provocando la imposibilidad -sí, imposibilidad- de seguir basando la educación exclusivamente en el modelo transmisivo y enciclopédico. Es inútil a estas alturas.

Actualmente, se promueve más que nunca una apropiación activa de contenidos por parte del estudiante, una reelaboración del conocimiento así como el necesario aprendizaje de habilidades (la educación en negativo de Kant). Se superan los límites tradicionales del aprendizaje; lo informal toma relieve y entra en el aula, así como lo hacen el juego, el relato y las emociones. Y el aula se abre, se rediseña y se conecta con el mundo. El tratamiento del currículo no es lineal y compartimentado sino que se busca la interdisciplinariedad y el aprendizaje activo, significativo, colaborativo y situado mediante la realización de proyectos y la resolución de problemas reales, también con metodologías y herramientas reales.

Hay permeabilidad como nunca en los muros de la educación formal. ¿Qué alternativa hay, si no? La educación se redefine y también sus fines. La Sociedad de la Información y del Conocimiento pone fin a la educación enciclopédica y poco a poco se tiende al aprender a ser y al aprender a convivir (pilares de la educación que se han fijado en los sucesivos informes UNESCO) .

Contrariamente a lo que se podría pensar, aquellos ideales del proyecto educativo ilustrado que fracasaron pueden tener éxito hoy. Se deben reubicar las formas de no-educación de la Modernidad porque ya no sirven a los fines de la humanidad. Tengo la impresión de que hay mucha ilusión y optimismo para este reajuste. Así lo demuestran las numerosas iniciativas educativas en todo el mundo (por supuesto también aquí), colectivas e individuales, bajo diversos nombres y etiquetas, que cada vez tienen que llegar a sectores más amplios.

El proyecto educativo actual (o tal vez tenemos que usar el plural) debe prevalecer por encima de la “barbarie”. Pero, como ya ocurrió con el proyecto educativo de la Ilustración, aún podemos pifiarla. De ello quizás tendremos que hablar en otro momento. Por ahora, quedémonos con el optimismo de esta idea: “El hombre sólo puede convertirse en hombre a través de la educación. No es más que lo que la educación hace de él. (…) Es maravilloso imaginarse que la naturaleza humana se podrá desarrollar cada vez más y mejor por causa de la educación y que ésta se podrá aplicar de una manera adecuada a la humanidad. Esto nos abre la perspectiva de una futura especie humana más feliz” (Immanuel Kant, 1803).

Música de fondo: Another Brick in the Wall (Pink Floyd, 1979):

Referencias
Kant, I. (1991). Sobre Pedagogía. Vic: Eumo.

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